Autobiografía de
Herbert W. Armstrong

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Capítulo 3


APRENDIENDO A ESCRIBIR ANUNCIOS EFECTIVOS

Este desvío fue mi primera experiencia real de viajar. Sin embargo, en este trabajo yo estaba completamente fuera de lugar. Ahora ya había aprendido mi lección –al menos temporalmente— y regresaría al camino principal –el campo de la publicidad.

Al parar en Chicago, en donde se transborda el tren, fui a la sede de la agencia Mahan de publicidad y conseguí un trabajo. Sin embargo, dado que esto lo hice casi dos semanas antes de poder estar completamente activo, pude ir a Des Moines a pasar un tiempo en casa.

Auto contratándome en un empleo.

Naturalmente fui de inmediato a la oficina de mi tío Frank. “Bien Herbert,” dijo él con aprobación “me alegra que hayas sacado de tu sistema eso de la contabilidad y que ya estés preparado para regresar al campo de la publicidad que es a donde correspondes.”

Luego yo le conté acerca de mi empleo con la agencia Mahan en Chicago. “No Herbert,” me dijo seriamente “tú aún no estás preparado para entrar a las agencias. Mahan es una de las principales agencias y te tomará años antes de poder ser notado por alguno de los directivos –que son los únicos de quienes puedes aprender algo en ese lugar. Ellos ni sabrán que tú existes.”

“Además,” continuó, a pesar que el pasto que está más lejano parece más verde, frecuentemente la mejor oportunidad está justo donde tú estás. Sucede que en una revista nacional, justo aquí en Des Moines, hay dos hombres a quienes yo considero como los dos mejores publicistas del país. Estos compañeros realmente conocen de psicología de la publicidad. Ellos conocen gente, y saben cómo tratar con ella. Ellos conocen principios de mercadotecnia y de negocios. Ellos se especializan en encontrar qué métodos de negocios, de ventas y de publicidad funcionan mejor y cuales no funcionan.”

“Ellos están en el “Merchants Trade Journal”. Este es un periódico dedicado al campo del menudeo –leído por propietarios y gerentes de las tiendas de menudeo— sin embargo, circula por todas las líneas de comerciantes y es el mayor periódico de comercio en el país.”

“Uno de estos hombres es R. H. Miles, quien es el gerente de publicidad; y el otro es Arthur I. Boreman, gerente de su departamento, del departamento de servicio, el cual es una especie de agencia publicitaria.”

“Oye” lo interrumpí, “conozco al Sr. Miles. Él es nuestro vecino”. “Bien” continuó mi tío “ve y auto contrátate en una plaza con él. No lo dejes rechazarte. En ese lugar estarás en contacto personal con ellos a diario, y aprenderás más que en cualquier otro lugar que conozca. No olvides que aún estás asistiendo a la escuela –es decir, que aún tienes mucho que aprender”.

Caminé animadamente hasta las oficinas del “Merchants Trade Journal” y luego conseguí una cita con el gerente de publicidad. “Bien, hola Herbert,” me saludó el Sr. Miles, un tanto sorprendido de verme en su oficina. Luego le dije: “Sr. Miles, he decidido que me uniré a su organización, aquí en su departamento de publicidad. Los doctores que me han atendido me han dicho que puedo comenzar a trabajar en dos semanas. Me reportaré a trabajar el primer lunes del mes próximo”. Esto me salió rápidamente –de manera muy positiva.

“Tú ... tú ... ¿QUÉ?” Al Sr. Miles se le cortó la respiración y yo repetí mi afirmación. “Bien,” dijo el Sr. Miles “así que tú te has auto contratado ¿no es así?” “Exactamente” le respondí. “Bien, ahora detengámonos un minuto”. El Sr. Miles se repuso y dijo: “tú no puedes venir aquí y auto contratarte simplemente por ser mi vecino. Ahora no tenemos vacantes”. Yo respondí: “Oh, está bien, usted tiene dos semanas completas para crear un espacio”. Esto lo dije con mucha seguridad.

“Ahora veamos,” el Sr. Miles estaba comenzando a impacientarse por esta agresividad juvenil “me parece que tú no comprendes el idioma completamente. He dicho que NO NECESITAMOS AYUDA”. Allí me llegó el turno de tornarme un poco irritado, “Sr. Miles, usted me sorprende. ¿No es esta una revista NACIONAL? ¿No es esta una institución de importancia nacional?”

“Claro que sí” respondió él. “Bien, entonces ¿me está usted tratando de decir que una organización de espectro nacional no está interesada en encontrar una forma para abrirle espacio a un joven, ambicioso y dinámico como yo? ¿No se da cuenta usted que probablemente no tendrá otra oportunidad en varios años para agregar a su personal a un hombre de mi calibre, de mis talentos y de mi ambición por trabajar? Oiga, usted no puede darse el lujo de dejar pasar esta oportunidad. Yo creceré con su organización y claro que usted puede crearme un espacio. Como ya le dije, me presentaré a trabajar el primer lunes del próximo mes”.

“Bien, no tengo ni la menor idea de qué te pondremos a hacer” el Sr. Miles se estaba debilitando un poco y yo cobré más confianza que nunca. “Oh, qué necedad Sr. Miles” dije disgustado. “Permítame una copia de su piojosa hoja” –esto era usado comúnmente en la terminología de la publicidad. En la parte de atrás vi dos o tres anuncios pequeños –tipo clasificado— que anunciaban tiendas en venta.

“¿Le llaman a esto ‘clasificados'?” pregunté. “Oh, no” respondió. “Nosotros no tenemos sección de clasificados. Nosotros solamente tenemos anuncios desplegados. Ocasionalmente algún comerciante decide desistir y vender su negocio, y es entonces cuando nos envía un pequeño anuncio clasificado para vender su negocio”.

“Bien,” respondí, “sucede que yo sé que cientos de pequeños comerciantes quiebran todo el tiempo y a lo largo del país. Ahora, suponga que usted tiene una página completa –o incluso dos páginas— de estos anuncios de tiendas en venta cada mes. La proporción de estos pequeños anuncios por página es mucho mayor que la de los desplegados. Una página de anuncios clasificados generaría tanto rédito publicitario como tres o cuatro páginas de desplegados ¿no es así?” “Bueno, sí” dijo el Sr. Miles renuentemente “sin embargo nosotros no tenemos forma de vender ese tipo de anuncios”. Para este momento yo ya estaba arrogante y muy confiado, así que le dije: “Yo puedo poner una o dos páginas completas de anuncios clasificados de negocios en venta en cada edición del periódico. Si algo he aprendido es a vender clasificados por correo, así que si yo tengo que crear mi espacio, me reportaré a trabajar el primer lunes del siguiente mes”.

“Bien,” vino la última objeción “nosotros no podemos pagarte un salario muy alto. No podríamos pagarte más de $10 a la semana”. “¿Quién dijo algo acerca del salario?” respondí. “Yo aún vivo con mis padres y no vine aquí buscando el salario, al contrario, vine a aprender para ganar un mejor salario más adelante. Quedo contratado por $10 a la semana”. Luego extendí mi mano y le dije: “Todo lo que pido es que usted acuerde incrementar mi salario en la medida en que me lo gane. Nos vemos en dos semanas”.

Desplegando mi primer anuncio.

Todo esto fue allá por julio o agosto de 1912. No recuerdo ahora, más de 60 años después, si fui puesto efectivamente a crear una página de clasificados por correo; sin embargo, me parece en la distancia, que sí logré una página de clasificados durante las primeras dos o tres ediciones. En cualquier caso, no pasé mucho tiempo en el trabajo de los clasificados.

Fui asignado al departamento de servicio, directamente bajo A. I. Boreman. Por un tiempo tuve un trabajo rutinario de oficina, con cierta cantidad de correspondencia que responder. Para este trabajo, me fue dado un estenógrafo y un dictáfono. Durante este período mi trabajo fue el de capacitar a diferentes taquígrafas. Tan pronto como la muchacha tuviera la suficiente experiencia como para ser eficiente, era alejada de mí, y otra muchacha recién graduada de la escuela de comercio me era asignada.

Y no pasó mucho tiempo para que me dieran la oportunidad de comenzar a redactar y a diseñar anuncios desplegados. Como ya lo mencioné, este departamento de servicio era una especie de agencia publicitaria a través de un periódico de comercio. Nosotros manejábamos la división del presupuesto de publicidad de los fabricantes que vendían a través de minoristas. Como regla general, las mayores agencias de publicidad rechazaban las secciones pequeñas en la publicidad de sus clientes. Ellos estaban interesados principalmente en los medios del consumidor.

Jamás olvidaré el primer anuncio que el Sr. Boreman me asignó redactar y diseñar. Como ya lo he mencionado, yo había estado estudiando todos los libros posibles referentes a la redacción de anuncios. También había estado estudiando libros respecto a psicología y a la psicología de la publicidad. Además, había leído diligentemente los periódicos de comercio –“Printers Ink” y “Advertising & Selling”. Había estudiado diagramas de diseño de anuncios, sin embargo, hasta ese momento, yo no tenía casi nada de experiencia en redactar y diseñar un anuncio.

No recuerdo del todo la naturaleza, el servicio o el nombre del fabricante al que había de diseñarle el anuncio. Sin embargo, no he de olvidar el halago del Sr. Boreman cuando coloqué la “estúpida” copia frente a él.

“Mm-hmm. Bien Herbert, este es un buen anuncio” dijo con lentitud a medida que lo examinaba críticamente. “Ahora bien, el título tendrá que ser cambiado. Has usado muchas palabras. No hay nada en ese título que capte la atención. El lector promedio examinará la sección rápidamente y pasará a algo más. Solamente tienes una fracción de segundo para detener el ojo, y no hay nada en tu título que despierte interés instantáneo, o que cree suspenso inmediato –nada que haga que el lector diga ‘bien, nunca había pensado en esto, deseo leer más' o que diga ‘siempre me lo había preguntado'.”

“El título no está colocado correctamente en tu diseño. No hay suficiente espacio blanco alrededor del título para crear un contraste entre el grueso, negro y breve título y el espacio a su alrededor. Jamás temas desperdiciar espacio blanco alrededor de tus títulos, pero jamás desperdicies espacio blanco alrededor del texto.”

“Ahora,” continuó el Sr. Boreman “tu subtítulo principal, previo al texto, está mal. Debes captar la atención –es decir detener el ojo— en el título, pero también debes despertar interés y crear suspenso en el subtítulo si quieres que lean tu anuncio. Este subtítulo está en el lugar equivocado de tu diseño y su diseño y su tamaño están mal.”

“Vamos al texto principal. La oración de apertura no funcionará, Herbert. Habría sido indicado que estuviera con mayor tamaño que el resto del texto, y que la primera palabra comenzara con una inicial más grande. A menos que esta oración de apertura siga a los títulos para cementar el interés, y para despertar más curiosidad o suspenso, ningún lector pasará de ella. No, la primera oración tendrá que volverse a redactar –al igual que los títulos.”

“Y estos subtítulos más pequeños que están a lo largo del texto no añaden nada. Estos deben crear interés, hacer que el lector desee leer lo que les sigue. Y estos, también, están en un tipo de letra inapropiado. Todo esto tendrá que ser redactado de nuevo porque no mantiene el interés –si es que has creado interés en algún momento. Esto no despierta deseo por lo que estás vendiendo y no hace que el lector compre el producto –si es que acaso llega a leer el anuncio.”

“Finalmente, no hay un final emotivo que despierte la acción del lector –SI es que has detenido su ojo y has ganado su atención—si es que has despertado interés, has creado suspenso y lo has hecho que lea tu anuncio—si es que has logrado que DESEE lo que anuncias. La firma tampoco está bien, y el borde que rodea al anuncio deberá ser eliminado.”

“Fuera de eso, Herbert,” dijo de manera alentadora “es un bonito anuncio”.

¡No!, jamás olvidaré esa experiencia. Ese tipo de estímulo era difícil de recibir –sin embargo, aprendí mas acerca de cómo redactar anuncios en ese preciso análisis de mi primer diseño, que lo que muchos diseñadores de las grandes agencias han aprendido o aprenderán en su vida. Esta experiencia VALIÓ todo el tiempo que pasé en el personal del periódico “Merchants Trade” –y estuve con ellos tres años.

Me fui a trabajar con toda la voluntad –a escribir el anuncio de nuevo. La práctica logra la perfección. Pasaron dos o tres años antes que pudiera redactar anuncios que realmente DETUVIERAN los ojos, que captaran instantáneamente el interés, que crearan suspenso y que mantuvieran el interés del lector; que lo convencieran y que finalmente lo llevaran a la acción. Tomó tiempo, pero ya estaba encaminado.

No mucho tiempo después de mi regreso del sur, y de haber comenzado en el periódico “Merchants Trade”, mi padre se mudó a Idaho, en donde compró un pequeño rancho cercano a Weiser. Los bienes de la casa fueron empacados y almacenados –listos para ser transportados luego que mi padre se estableciera.

Mi madre, dos hermanos menores y mi hermana, se fueron a la casa de una de mis tías maternas –quienes vivían en una granja a unas 25 ó 30 millas de Des Moines— a visitar. Luego que mi padre se estableció en Idaho, todos lo siguieron y se reunieron allá con él.

Aprendiendo a redactar anuncios efectivos.

Por un espacio de aproximadamente año y medio me mantuvieron en el departamento de servicio del periódico. Allí recibí el entrenamiento más intensivo y práctico acerca de los verdaderos principios psicológicos al redactar y diseñar anuncios.

Siempre me ha parecido que la profesión de publicista ha “perdido el barco”. Y es lo mismo en muchas profesiones. Los diseñadores han progresado a un sistema de diseños enredados, de artes complicadas y con textos demasiado rebuscados, los cuales, después de todo, no dicen mucho ni logran mucho en los lectores –si es que logran lectores.

Dé un vistazo a las páginas de publicidad de una revista o de un periódico. Es una mezcla confusa de artes elegantes y pequeñas porciones de texto, las cuales están bloqueadas artísticamente –usualmente de forma en que nadie las lee. Nada sobresale para captar y detener al ojo; o para tratar de llevar al lector a la siguiente parte del anuncio. Nada capta la atención entre todo el diseño que lo rodea. No hay nada que despierte un interés instantáneo en el punto en que el ojo es capturado durante esa fracción de segundo –nada que mantenga ese interés hasta que cree el suficiente suspenso como para llevar a la lectura del texto.

Los anuncios que fui capacitado para redactar –durante esos años formativos, entre las edades de 20 y 23— siempre dieron resultado. Frecuentemente eran más claros y simples en apariencia que el resto de anuncios elegantes, artísticos y altamente ilustrados que los rodeaban. Sin embargo, los míos detenían el ojo –captaban la atención— despertaban y mantenían el interés—convencían a los lectores y los movían a la acción. (Este temprano entrenamiento estaba destinado a servir para un gran propósito).

Hoy, todo ese entrenamiento y todos los años de experiencia subsiguiente, están siendo usados en la producción de anuncios de página completa, los cuales venden –no un producto o un servicio comercial— sino la verdad de Dios, sin costo alguno.

Reparando y simplificando el vocabulario.

Por cuestión de unos dos años, previo a mi empleo en el periódico “Merchants Trade”, había estado luchando diligentemente por adquirir un amplio vocabulario. Desde que leí la presunción de Elbert Hubbard, de tener el vocabulario más amplio que se haya tenido desde Shakespeare, esto había sido un desafío para mí. Estaba determinado a lograr uno mucho mayor. El hecho de poder derramar un torrente de palabras que serían incomprensibles para cualquiera que no estuviera altamente educado, me apetecía y le agradaba a mi vanidad intelectual. Sin embargo, a la edad de 20 años, el Sr. Boreman cambió todo eso.

“Cuando escribas anuncios,” me explicó “el propósito no es impresionar a los lectores con tu superioridad de vocabulario. Tu propósito es vender bienes, servicios o ideas. El propósito de las palabras es el de llevar pensamientos, hechos, ideas –es decir, un mensaje. Cuando el 98% de las personas no entienden tus palabras, éstas no reciben tu mensaje. Ellas solamente se confunden y pasan a otra cosa más interesante. En publicidad debemos llegar al 98% –no al 2% .”

“Usa solamente palabras claras y simples. Usa palabras que puedan ENTENDER los lectores que no tengan más que un tercer o cuarto año de educación. Trata de alcanzar buena calidad literaria con un amplio vocabulario de palabras comunes y simples; y además por la forma en que manejes esas palabras en la estructura de la oración.”

Inmediatamente mi vocabulario sufrió una transformación. Deliberadamente comencé a sacar de mi vocabulario para redacción, todas aquellas grandes palabras que no son de uso común. Cada persona tiene tres vocabularios: el más pequeño de todos es con el que habla, el cual consiste de las con las que es capaz de hablar prontamente; en seguida está uno un poco mayor, su vocabulario para escritura; y el mayor de todos es su vocabulario para escuchar o para la lectura. Todos pueden entender muchas palabras a través de la lectura, o cuando éstas son usadas por otras personas, y que sin embargo ellos no podrían usar por sí mismos en la conversación.

Mi esfuerzo, entonces, fue por desarrollar la habilidad de usar la más amplia variedad de palabras comprensibles para la mayoría de las personas –fuesen leídas o escuchadas. Sin embargo, la redacción efectiva es mucho más que memorizar un banco de palabras. La efectividad se determina por la manera en que esas palabras son unidas en las estructuras de las oraciones. Entonces comencé a estudiar el ESTILO en la redacción. Inmediatamente me propuse desarrollar un estilo distinto y efectivo. Tenía que ser ágil, vigoroso, simple, interesante, que hiciera claro y COMPRENSIBLE el mensaje.

Toda esta instrucción en la publicidad fue el entrenamiento más valioso para la verdadera misión de la vida a la que sería llamado –la conducción de nuestras empresas mundiales hoy. Fue un entrenamiento que nadie podría recibir jamás en ninguna universidad. Fue la capacitación más práctica.

Algunos oradores y escritores parecen pensar que impresionan a su audiencia o a sus lectores con su habilidad de usar grandes palabras que van más allá de la comprensión de la audiencia. Otros sucumben ante la tentación de hacerse muy “académicos”, y hablan por encima de las mentes de quienes los escuchan –sin embargo jamás entran a sus mentes. Las mismas reglas que atraen la atención, despiertan interés, crean suspenso, ganan convicción y mueven las emociones en la publicidad; dan los mismos resultados al hablar en público.

Otro principio muy importante –me enseñaron a evitar el “esquema” académico para la presentación. Esta es la forma que le enseñan a casi todos los estudiantes para que organicen su redacción o su presentación oral. Es el esquema del uno, dos, tres; a), b), c). Es ordenado y preciso, pero también es seco, aburrido y poco interesante para los lectores.

Al escribir publicidad, aprendí a contar siempre una historia –a hacer las cosas interesantes— y a contarlo todo en forma de historia. Es decir, primero, se coloca una pregunta en las mentes de los lectores –una que ellos realmente deseen responder— o bien se hace una afirmación tan inusual que ya sea haga surgir una pregunta en la mente del lector, o lo rete a encontrar una explicación a través de la lectura. Debe despertar interés instantáneo, debe crear suspenso. Como una obra de misterio, no debe decirle al lector la respuesta desde el principio. Debe desarrollar rápida y claramente un interés creciente hacia la solución o respuesta final. Y debe MANTENER el interés hasta el final de la historia.

Cuando sea posible, el título del anuncio debe hacer que la gente diga: “siempre me había preguntado eso” o “jamás había pensado en ello –deseo conocer la respuesta”.

En aquellos días, aprendí a hacer fluir una historia entre el texto del anuncio a fin de mantener el interés de los lectores por encontrar la respuesta. Un anuncio de esta naturaleza puede contener cientos o miles de palabras –y aún con ello, la gente estará pegada a él hasta que lo haya leído todo.

Recuerdo un incidente que sucedió muchos años más tarde. Esto fue en 1925, cuando establecí un servicio de publicidad propio en Portland, Oregon. Uno de mis clientes era una lavandería en Vancouver, Washington. Tenía además otros clientes en Vancouver –una tienda de ropa al menudeo, una joyería, una gran droguería y otros. Uno de los bancos había instalado un nuevo departamento de alta seguridad, con nuevas bóvedas y cajas de seguridad. El presidente del banco me llamó.

“Sr. Armstrong,” comenzó “hemos notado los atractivos anuncios que usted ha preparado para los clientes aquí en Vancouver, y nos gustaría contar con sus servicios para preparar una corta campaña que anuncie la apertura de nuestro nuevo departamento.”

“Ahora bien,” continuó él, ”creemos que sus anuncios están bien –ciertamente sobresalen—son interesantes— sin embargo tenemos una única crítica. Creemos que esos anuncios que redacta para la lavandería son demasiado largos –que tienen demasiadas palabras. La gente no lee tantas palabras en un anuncio.”

“Bien Sr. Jones” respondí, ”en primer lugar, su publicidad requiere de un trato enteramente distinto porque usted tiene un problema publicitario totalmente distinto. La lavandería tiene en contra la opinión pública, la sospecha en cuanto a los supuestos malos métodos de lavado. Ese problema requiere de lo que nosotros llamamos PUBLICIDAD EDUCATIVA. Esta debe educar a las mujeres con hechos verdaderos –debe cambiar la opinión pública. Esto requiere más palabras –y de un trato publicitario totalmente diferente.”

“Y ahora, en cuanto a si la gente podría leer tantas palabras, me pregunto si usted recuerda un anuncio del mes pasado que se titulaba ‘¿MAMÁ, Vale el ahorro?' ”

“Oh, sí” respondió rápidamente. “Sí, recuerdo muy bien ese anuncio. Fue inusualmente interesante.”

“Bien, ¿cuánto del anuncio leyó” le pregunté.

“Ah, lo leí todo” me contestó. “Ese anuncio despertó mi curiosidad y no pude detenerme hasta averiguar la respuesta.

“Y ahora, Sr. Jones, ¿cuántos otros anuncios recuerda haber leído en esa misma edición del periódico?”

“Mmm..., mmm...” tartamudeó, yo, yo no recuerdo haber leído otros.”  
“Exactamente” ya había ganado mi punto “ese anuncio fue el más largo y el que tenía más palabras de todo el periódico. Sin embargo es el único que usted recuerda haber leído –y lo leyó completo. Es más, es el anuncio más largo que jamás he escrito.”

“Sí,” protestó él, pero ese anuncio era interesante.”

“Ese es justo el punto” concluí. “Si lo que usted escribe es suficientemente interesante –si ha creado suspenso y mantiene el interés, o incluso si lo incrementa a lo largo de la lectura— la gente lo leerá de principio a fin, sin importar cuán largo sea. No se trata de CUÁN LARGO sea el anuncio, o de cuántas palabras tenga. Es cuestión de ver si ha sido capaz de captar la atención del lector, de despertar su interés y de MANTENER ese interés. ¿Cuántas palabras hay en una novela completa? Sin embargo las librerías venden estos libros por millones –y la gente los lee de principio a fin.”

Ese es un principio que me enseñó el Sr., Boreman y el Sr. Miles en el lapso entre mis 20 y 23 años de edad.

Aplicando todos esos principios ahora.

Los principios que funcionan para el diseño publicitario efectivo –los cuales aprendí durante esos tres años— también se aplican en la radiodifusión y en la redacción de revistas.

Permítaseme agregar aquí que, en publicidad, hay diferentes tipos de problemas mercadotécnicos. Los anuncios que yo redactaba para la lavandería, requerían de una publicidad educativa. Estos debían reeducar al público en relación a los métodos de lavandería –debían remover los prejuicios, crear confianza y cambiar hábitos.

Sin embargo, quizá la mayor cantidad de publicidad es en el campo llamado marca de conveniencia. Esto incluye productos como pasta dental, crema de afeitar, jabón, cigarros, etc. –en los cuales el objetivo es popularizar la marca. Esto depende más de la repetición que de la redacción educativa. Estos anuncios son de pocas palabras.

Me he divertido por los problemas que asechan a los redactores de anuncios para cigarros. Con las restricciones impuestas por las leyes, no hay mucho que un redactor de anuncios pueda decir acerca de un cigarrillo. Y he quedado maravillado ante los cientos de millones de dólares que se gastan para decir NADA respecto a los cigarrillos. Sin embargo, los comerciales de la sociedad del cáncer para “eliminar el hábito” parecían tener un verdadero mensaje.

Más adelante en la vida, llegué a aprender que muchas más personas escucharán un sólido programa radial de media hora –el cual aplique estos principios— de las que escucharán un SECO comercial de un minuto que no despierte ningún interés. Por muchos años el programa El Mundo de Mañana ha gozado de los más altos “ratings” en las estaciones que hemos usado –y el segundo más alto en otras. Esto es calculado en comparación con todos los otros programas de la vastedad de mercados mundiales en los que nos hemos hecho escuchar. Los diversos editores de la revista La Pura Verdad y de nuestras otras publicaciones, han recibido capacitación basada en estos mismos principios dentro del Colegio Ambassador. Y esta es una de las razones por las que la Pura Verdad es tan leída –una de las razones por las que su circulación continúa creciendo de manera tan fenomenal— mientras que otras revistas de circulación masiva están en tan serias dificultades financieras, y otras han salido de circulación. Los artículos de La Pura Verdad y de las Buenas Noticias, así como las lecciones del Curso por Correspondencia, son INTERESANTES –DICEN ALGO, y lo dicen en una forma que es extremadamente fácil de leer.

Pero volvamos a la historia. El Sr. Miles tenía, quizá, el más rápido y dinámico estilo de redacción que he leído. Yo pensaba que era demasiado rápido –que usaba demasiadas oraciones cortas. Las oraciones largas tienden a disminuir la velocidad del lector, mientras que las oraciones cortas tienden a aumentarla. Sin embargo, cuando la redacción consiste nada más de una sucesión de oraciones cortas, se torna monótona y poco natural. Yo estaba luchando por un estilo que tuviera cambios de ritmo –que tuviera un adecuado balance entre las oraciones cortas y rápidas; y oraciones un poco más largas.

Para mantener una lectura masiva, la redacción debe ser razonablemente refrescante y clara, no “seca” y lenta. Pero una monotonía de oraciones muy cortas me parecía una falta de sinceridad –y pienso que la redacción debe ser, sobre todo, sincera.

En cualquier caso, este temprano entrenamiento resultó en literalmente miles de cartas de los radio escuchas y de los lectores de la Pura Verdad, las cuales dicen que los HECHOS están siendo aclarados y que son transmitidos de la manera más entendible que jamás hayan escuchado. Hoy, ese temprano entrenamiento SIRVE y ayuda a millones de personas alrededor del mundo.

Y hay otro principio en publicidad, el cual es incluso más importante que cualquiera de los anteriores. Este es el ser honesto –el apegarse a la VERDAD. Durante los muchos años que pasé en el campo de la publicidad, asistí a muchos almuerzos del Club de Publicistas, e incluso a las convenciones del mismo club. Desde el principio quedé muy impresionado del eslogan: “VERDAD en la publicidad”.

Ahora bien, ¿sabe usted realmente cuánta VERDAD hay en la mayoría de la publicidad comercial de hoy? Si supiera cuán poca es, quedaría asombrado.

Yo estuve veinte años en el campo de la publicidad. Llegué a conocer a muchos publicistas. El publicista promedio, mientras se prepara para redactar un anuncio, busca qué IDEAS o afirmaciones puede hacer acerca de su producto a fin que el público lo COMPRE. Y casi nunca sucede que los publicistas revisen si las afirmaciones son verdad. Si cierta afirmación acerca del producto lo venderá, el publicista la toma y hace tal aseveración en su anuncio de manera entusiasta.

Ustedes verán, más adelante en esta autobiografía, que cuando yo me convertí en un representante publicitario en Chicago, edifiqué un negocio basado en la HONESTIDAD, y esto producía CONFIANZA. Las agencias publicitarias, los bancos y los fabricantes con quienes hacía negocios, llegaron a saber que yo conocía mi campo –que tenía los hechos que ellos necesitaban— y que yo era exacto y VERAZ –que podían CONFIAR en cualquier cosa que les dijera.

Otro principio que me enseñaron fue este: “UN CLIENTE es mucho más aprovechable que una sola venta”. Gánese la confianza de un cliente a través de la honestidad y la integridad; y muchas compras repetidas vendrán a usted sin que gaste más.

Un ingrediente más es absolutamente necesario junto con la VERDAD, y este se llama SINCERIDAD.

Jamás fui hipócrita.

Yo jamás fui hipócrita. La verdad es que había girado de un sentido de inferioridad, a uno de suprema confianza. Pero siempre fui enteramente sincero.

Usualmente un muchacho presumido que es arrogante, también es un tipo hipócrita e impertinente. Yo no lo era. Pareciera como si yo hubiese sido, por naturaleza, muy sincero y serio –y aunque era excesivamente seguro de mí mismo, rápido y, en cierta forma, arrogante, siempre había en mí un sentido de seriedad y de dignidad. Al menos yo pensaba que estaba bien, y en mi corazón lo sentía también. La naturaleza humana desea ser buena –pero rara vez desea hacer el bien. Supongo que el deseo natural en una persona de ansiar considerarse buena a sí misma, la lleva a una actitud de sinceridad.

Más adelante, Dios tuvo que remover de mí la seguridad en mí mismo, la presunción y la arrogancia. Él reemplazó todo esto con un tipo distinto de confianza –una ilimitada FE en Dios. Yo tengo una CERTEZA mucho mayor acerca del futuro hoy, que la que tenía en ese entonces. Sin embargo hoy, ésta está basada en lo que Dios hará –y no en lo que yo soy capaz de hacer.

Todos estos son los principios que aprendí bajo el Sr. Boreman y el Sr. Miles durante los tres años que estuve en el periódico “The Merchants Trade”. Les debo mucho a ellos dos.

En el departamento de servicio del “Merchants”, fui enviado en viajes ocasionales a lugares como Waterloo, Cedar Rápids, Iowa, Albert Lea, Minnesota y otros, para vender los anuncios que había preparado para los fabricantes. En este punto, recuerdo vívidamente un viaje de estos a Waterloo. Creo que era una cuenta de refrigeradoras. Trabajé cuidadosamente en el diseño del anuncio en el hotel, y luego fui a ver al fabricante. Este, creo, fue el primer desplegado en revista que vendí.

Qué emocionante fue. Mientras caminaba de vuelta al hotel, estaba flotando en el aire. Oh, DULCE ÉXITO. Fue un gran júbilo y las emociones me recorrían.

Jugar con un millón de dólares.

El periódico se refería a un comerciante –propietario de un gran almacén en Waterloo— como uno de los mejores comerciantes de la nación. Su nombre era Paul Davis. Había dos almacenes grandes en Waterloo –el “James Black” y el “Paul Davis”. La tienda “Black store” tenía más tiempo de existir y era más grande, sin embargo la compañía Davis se estaba poniendo al nivel.

Luego Paul Davis tuvo un incendio. Su tienda quedó totalmente destruida. La siguiente vez que fui a Waterloo, después de su infortunio, encontré la tienda Davis en una sede temporal en un edificio de dos pisos. El espacio era más pequeño que el anterior –el cual quedaba en una prominente esquina. Esa vez, el Sr. Davis me dijo que planeaba construir un nuevo edificio, más grande que la Compañía Black.

Pero en mi siguiente visita, unos seis meses más adelante, no había señales de un nuevo edificio. “¿Qué sucedió con ese enorme edificio que había planificado construir?” le pregunté. “Ah,” se rió el Sr. Davis “Bien, no voy a construirlo aún por un tiempo. Me estoy divirtiendo mucho. Tengo un millón de dólares, EN EFECTIVO, en el banco. Es el dinero del seguro. No pasó ni un segundo para que cada fabricante en Nueva York supiera que teníamos ese dinero. Cada vez que un fabricante está sobrecargado con mercadería, o necesita hacer un poco de dinero rápido, viene o envía a un representante aquí a Waterloo. Yo puedo comprar grandes cantidades de mercadería de esta forma, comerciando astutamente, a un precio mucho menor que los competidores. Luego pongo una GRAN LIQUIDACIÓN. Obtengo una pequeña ganancia, bajo los precios y el público simplemente abarrota nuestra pequeña tienda. Tenemos pocos gastos. Tenemos un inventario pequeño –comparado con el que llevábamos a nuestra tienda grande. Vendemos rápido y movemos nuestra mercadería varias veces al año. El secreto del éxito no es el volumen total de las ventas, sino el CICLO DE COMPRA Y VENTA –el número de veces en que mueves la mercancía cada año—el número de veces que te beneficias del mismo capital.”

“He aprendido que el dinero atrae dinero. Ese es un principio de la vida. Jamás lo olvides. Creo completamente en aquello que dice: ‘al que TUVIERE le será dado más, y al que no tiene, aún lo poco que tiene le será quitado'. Con este millón de dólares en efectivo, he podido hacer cosas que jamás hubiese soñado antes. Ha sido muy divertido y lo estoy disfrutando. No, no voy a invertir ese millón de dólares en un nuevo edificio ahora. Voy a guardarlo en el banco y dejaré que trabaje para mí por un poco más de tiempo.” Jamás olvidé las lecciones que este exitoso comerciante me enseñó.

Poco tiempo después de esto, me convertí en el “captador de ideas” del periódico “Merchants”. Fui enviado a largos viajes, ya fuera a la costa del Atlántico o al golfo de México, para entrevistar a comerciantes, hombres de negocios y a las secretarias de la Cámara de Comercio –debía buscar IDEAS y material para los artículos de la revista.

En uno de estos viajes, un desafío de un comerciante enfadado resultó en lo que, creo, fue la principal experiencia en todos estos estudios y recuentos de la opinión pública. Hasta donde yo sé, yo fui el creador de tales encuestas.